Seguridad, es un término que proviene del latín se-curi-tas, que describe un estado del ser humano, cuando se encuentra sin cuidado o, dicho de otro modo, sin miedo; entendiendo al miedo, como una emoción humana, y por tanto susceptible de cambios, en función de los estímulos.
No obstante, para los seres humanos, el empleo inmiscible de la palabra “Seguridad”, es la sensación de confianza que se tiene, ante la ausencia de peligro, daño o riesgo. ¡Nada tal alejado de la realidad!; y es que, desde sus inicios, la humanidad ha estado rodeada y acechada de innumerables peligros, que han perturbado aquella sensación de confianza, casi que inalcanzable.
De hecho, toda actividad humana comporta peligros que, debemos aprender a identificar, considerar y atender. Si bien, debemos entender como peligro, un suceso que puede dañarnos o perjudicarnos, los mismos, emergen de la previsión, por lo que, al momento de considerarlos, debemos advertir la “probabilidad” de sufrirlos y las “consecuencias” que nos traerían, es decir, derivamos los peligros en riesgos.
Al entrarnos en la evaluación de los riesgos, podemos entonces, llegar a determinar cual merece mayor prioridad y que medidas o acciones podemos adoptar, ya sea para prevenir, neutralizar, trasladar o al menos mitigar el riesgo.
Cuando hacemos miscible la simple palabra seguridad, podemos tener un número incontable de disciplinas que, tienen algo que ver con dicha expresión; tanto es así, que ha surgido una carrera de estudio: “Ciencias de la Seguridad”, que abarca temas de seguridad privada, pública, protección civil, criminología, ciberseguridad, etc., todas procurando garantizar la confianza del ser humano, en un mundo cada vez más inseguro.
Al decir inseguro, nos referimos a todos esos factores, políticos, económicos, bélicos, tecnológicos, biológicos, etc., que cuando no afectan, amenazan constantemente a las sociedades del orbe. Infelizmente, los países menos desarrollados, aún no logramos valorar la importancia de una cultura de seguridad, lo cual tendría que partir de formarnos en la materia, a mi juicio, desde una temprana edad y de una forma continua y progresiva; lo que me lleva a resaltar que, así como la seguridad, es preciso formar ciudadanos en una cultura de paz, para lo cual se hace imprescindible, dominar una cualidad que, pese a ser compleja, es a la vez esencial, nos referimos a la inteligencia emocional. Cuan mejor fuera la comunicación humana, cuanta violencia innecesaria nos ahorraríamos, menos conflictos, menos gastos derivados, menos vidas perdidas, producto de esa volatilidad emocional que, nos caracteriza.
Pero, retomando el tema primigenio, es importante que todos los seres humanos, tomemos conciencia de los peligros omnipresentes y, sobre todo, de la relevancia que tiene para nuestras vidas, saber gestionar los riesgos. Este es el primer paso, para comprender a cabalidad, que nosotros, somos nuestro primer anillo de seguridad.
Al dimensionar los elementos de la gestión de riesgos, podemos pasar a conjugarlos con nuestra seguridad individual, con la seguridad familiar, la económica, la sanitaria, la alimentaria, la del hogar, la del transporte, la de la comunicación, la informática, la laboral y en fin, garantizarnos, no una vida sin peligros o amenazas, pero si una vivencia, con la confianza de estar preparados.
El autor, es Comisionado Aeronaval (R), abogado en ejercicio y miembro del Colegio Nacional de Profesionales de los Servicios de Policía de Panamá – CONAPOL.
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